lunes, 20 de agosto de 2007

Las micros piratas

Una persona no puede conseguir algo sin perder algo a cambio. Para crear una cosa, debes pagar con algo del mismo valor. Es la ley de los estados equivalente”. Full Metal Alchemist.

“Son las dos de la mañana y estoy hace más de una hora esperando una maldita micro”, señala Gonzalo Trullén, un músico proveniente de Valparaíso, bien molesto porque hace más de una hora que no pasa un transantiago con dirección a Maipú. A él se suma una decena de jóvenes que acababan de asistir a una fiesta de cumpleaños en Baquedano y unos cuantos adultos rumbo a la misma dirección.
La escasez de micros a partir de las once y media de la noche es el motivo de la espera, algo que se ha hecho común últimamente, no sólo para ellos, sino para cientos de pasajeros que se encuentran día a día en ese lugar.

Mientras continuaba la fría espera, ven a lo lejos una micro pequeña, ruidosa y vieja. Esta micro se une con varias “ex amarillas” que hoy pintadas nuevamente tienen la función de salir en la noche como unas gárgolas y llevar a la gente a sus destinos, clandestinamente por supuesto. A pesar de todo, optaron inmediatamente por tomar la micro que se acerca. Lo hicieron pagando una suma cerca de cuatrocientos pesos. No vieron otra alternativa en este asunto, es pagar o seguir esperando molestos. Resulta ser el único medio de transporte, sin incluir el taxi, que te asegure llegar a una hora prudente al hogar, porque a altas horas de la noche, simplemente no pasa ningún transantiago.

Se suben rápidamente todos, con un dejo de felicidad porque al fin se encuentran camino a casa. El chofer de veintiocho años, Ignacio Morales, se encontraba fumando mientras gritaba que subieran luego todos y su acompañante más joven, Daniel Fuenzalida, lo hacía aún más fuerte, “¡Las Rejas, Pajaritos, Plaza de Maipú!”.
Le pregunté al chofer si tenía licencia y me respondió: “No no tengo, para qué si sólo trabajo los fines de semana”. Me pareció insólito porque hace unos días un chofer me contestó que tampoco tenía y tan solo tenía diecisiete años. En el momento de su respuesta varias personas escucharon, pero a nadie le afectó. Pienso que sólo querían llegar luego a sus hogares, sin importar las consecuencias que esto podría tener si es que ocurriese alguna desgracia. Nadie pagaría el daño porque no tienen seguro.

Estos recorridos se han vuelto costumbre en la noche, siendo uno de los más importantes el que circula desde Plaza Italia a Maipú, su recorrido principal porque transcurre por toda la Alameda. Se puede notar en la semana y sobre todo los fines de semana porque no aparece ningún Transantiago o su espera es interminable.
En el fin de semana el paradero se llena de jóvenes que salen de las fiestas, esto produce que lanzas salgan a robar sin piedad y a la vista de todos, provocando el temor de los que esperan una micro. Por esto, a pesar de todos sus contra benefician a cientos de pasajeros que no tienen locomoción, el hecho de que pasen pocas, no pasen o estén llenas cuando se necesiten, no dejan otra alternativa que pagar una “micro pirata” que tantos alivios nos han dado.

2 comentarios:

Alfredo Sepúlveda dijo...

Es una buena historia y se remediaron los puntos indicados en el primer post. Celebro que la gente esté con nombre y apellido aquí. Hay problemas de redacción, eso sí, que complotaron contra lo atractiva que resultaba la historia. Otra cosa que creo que falta es el viaje en sí: la autora no describe nada que haya pasado en el camino de Plaza Italia a Maipú. Con todo, bien. Mejor.

Dagoberto Ignacio F. dijo...

¿Full Metal Alchemist? ¿Anime? :O?